Como señaló la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la 130ª Reunión de su Consejo Ejecutivo (diciembre 2011), los trastornos mentales comprenden afecciones comunes como la depresión y la ansiedad, las causadas por el abuso del alcohol y otras sustancias, así como otros trastornos graves y discapacitantes como la esquizofrenia y el trastorno bipolar. Los problemas de salud mental en los niños y los adolescentes son motivo de preocupación por su alta prevalencia y las discapacidades que traen aparejadas. El suicidio es un resultado extremo pero no poco común en personas con trastornos mentales no tratados.
Los trastornos mentales no tratados se cobran un alto precio, ya que representan el 13% del total de la carga de morbilidad mundial. La depresión unipolar es la tercera entre las principales causas de morbilidad, representando el 4,3% de la carga mundial. Las estimaciones correspondientes a los países de ingresos bajos y de ingresos medios se sitúan en el 3,2% y el 5,1% respectivamente. Según las predicciones actuales, para 2030 la depresión será la principal causa de morbilidad a nivel mundial. Cuando sólo el componente de discapacidad se toma en cuenta al calcular la carga de morbilidad, los trastornos mentales representan el 25,3% y el 33,5% de los años perdidos por discapacidad en los países de ingresos bajos y de ingresos medios, respectivamente.
Además, son muy altas las tasas de mortalidad de quienes padecen trastornos mentales. Por ejemplo, en las personas con esquizofrenia y depresión profunda, el riesgo global de muerte es 1,6 y 1,4 veces mayor, respectivamente, que en la población general, a causa de los problemas de salud física asociados a los trastornos mentales.
El tratamiento de los trastornos mentales tiene un marcado carácter multidisciplinar, interviniendo distintas profesiones (psiquiatría, psicología, enfermería, terapia ocupacional…) que contribuyen desde sus respectivas áreas y enfoques al objetivo común de promover las salud mental. Una de estas vías de intervención es la que aporta la psicofarmacología.
Siguiendo a Torres Bares & Escarabajal Arrieta, podemos definir la psicofarmacología como una disciplina científica centrada en el estudio de los fármacos que modifican el comportamiento y la función mental a través de su acción sobre el sistema neuroendocrino. Se trata, así, de un campo del saber que tiene un importante carácter multidisciplinar, al agrupar el interés que comparten farmacólogos, bioquímicos, psiquiatras y psicólogos por el análisis de las sustancias que actúan modificando las funciones del sistema nervioso que se manifiestan en la conducta de las personas.
Fuentes: