Este trastorno afecta aproximadamente a 60 millones de personas en todo el mundo. Se suele caracterizar por la alternancia de episodios maníacos y depresivos separados por periodos de estado de ánimo normal. Durante los episodios de manía, el paciente presenta un estado de ánimo exaltado, eufórico o irritable, hiperactividad, verborrea, gran cantidad de ideas, mucha energía, autoestima elevada y una disminución de la necesidad de dormir, pudiendo aparecer en casos graves ideas delirantes, normalmente megalomaníacas, e incluso alucinaciones. La hipomanía es muy similar a la manía pero de mucha menos intensidad, predominando el ánimo expansivo y alegre, aumento de la energía y disminución de las horas de sueño, no existiendo clínica psicótica.
Resumiendo podemos distinguir varios tipos:
Existe al menos un episodio maníaco que puede estar precedido o seguido de un episodio hipomaníaco o un episodio depresivo mayor. En algunos casos, la manía puede provocar sintomatología psicótica.
Presencia al menos de un episodio depresivo mayor y, como mínimo, un episodio hipomaníaco, pero nunca aparece un episodio maníaco.
Durante al menos dos años, o un año en el caso de niños y adolescentes, aparecen muchos períodos con síntomas de hipomanía y períodos con síntomas depresivos, aunque menos graves que la depresión mayor.
Estos comprenden, por ejemplo, el trastorno bipolar y los trastornos relacionados inducidos por ciertos medicamentos o tóxicos, y el trastorno bipolar y los trastornos relacionados debidos a una enfermedad médica.
En la actualidad se dispone de medicamentos muy eficaces que estabilizan el estado de ánimo y que solucionan las fases agudas del trastorno bipolar y previenen las recaídas. Además, el apoyo psicosocial, la psicoeducación, la terapia cognitivo-conductual, la terapia interpersonal y la terapia de familia ayudan a mejorar la evolución de este trastorno.